Trasilo (griego antiguo Θράσυλλος, Θράσυλος; muerto en 406 a. C.) fue un strategos (un «general») y
político ateniense que alcanzó gran relevancia política en los últimos años de
la Guerra del Peloponeso. Apareció por primera vez en la vida política
ateniense en 411 a. C., poco antes del golpe de estado del año 410 a. C., y
desempeñó un importante papel en la organización de la resistencia de la
facción democrática. En concreto, Trasilo se encargó de preparar una flota
ateniense en la isla de Samos. Ahí fue elegido strategos por los soldados y
marineros de la flota, y mantuvo ese cargo hasta que fue ejecutado tras la
batalla de Arginusas.
Trasilo ocupaba un mero rango de hoplita en 410 a.
C., cuando los revolucionarios de la oligarquía ateniense conspiraron junto con
sus colegas de Samos para organizar un golpe de estado conjunto en ambas
localidades. Sin embargo, fue uno de los cuatro atenienses (los otros tres
fueron Trasíbulo, León y Diomedonte) a los que acudieron los demócratas de
Samos en busca de ayuda frente al golpe. Estos cuatro líderes fueron capaces de
abortar el golpe de estado de Samos, aunque el de Atenas sí que se produjo,
dejando a la flota controlada por los demócratas y en oposición a su ciudad
madre, controlada por los oligarcas. En los acontecimientos que se fueron
produciendo, los generales de Samos fueron depuestos por los soldados y los
marineros de la flota, y Trasíbulo y Trasilo fueron elegidos para
reemplazarles.
Trasilo continuó manteniendo la posición de
estrategos durante varios años y a través de una serie de campañas militares. Después
de los acontecimientos de 410 a. C., dirigió una flota ateniense para atacar
las ciudades rebeldes de Lesbos. Sin embargo, mientras que hacía eso permitió
que el almirante espartano Míndaro pasase a través de su posición para llegar
al Helesponto con la flota espartana (lo cual, según la valoración del
historiador Donald Kagan, habría sido un error estratégico por parte de
Trasilo). Trasilo persiguió a Míndaro con su flota, que combinó con otros
destacamentos atenienses de Sestos. Desde ahí, los atenienses, con Trasíbulo al
mando del contingente global, navegaron al Helesponto y derrotaron a Míndaro en
la batalla de Cinosema, poniendo fin a la crisis. Trasilo, tanto en esta
batalla como en la posterior victoria ateniense en la batalla de Abidos, estuvo
al mando de un ala de la flota, pero luego se descolgó de la flota principal
con un destacamento. Después de su partida Trasíbulo, Terámenes y Alcibíades destruyeron
a Míndaro y a su flota en la batalla de Cícico.
Después del 410 a. C., Trasilo volvió a Atenas para
reclutar más tropas destinadas a las futuras campañas tanto en el mar Egeo como
en otros lugares. Mientras que estaba ahí, el rey espartano Agis II dirigió su
ejército contra las murallas de Atenas, buscando asustar a la ciudad y hacerla
capitular. Trasilo marchó con el ejército ateniense, pero no llegó a
enfrentarse con los espartanos más allá de la protección de sus propias
murallas. Tuvo éxito, sin embargo, en algunas de las escaramuzas que se
sucedieron con los espartanos cuando éstos estaban en retirada.
En el verano siguiente, Trasilo navegó fuera de
Atenas con una fuerza importante con la que debería comenzar una campaña en
Jonia. Una vez ahí fue capaz de capturar rápidamente la ciudad de Colofón y
saqueó el territorio jonio, pero fue derrotado en las afueras de Éfeso por una
fuerza combinada de efesios, persas y siracusanos, por lo que se vio obligado a
retirarse con sus tropas a Notio y luego a Lámpsaco, en donde se unió a la
principal fuerza ateniense que operaba en el Helesponto. Kagan critica también
en este caso la capacidad de Trasilo como general en esta campaña, comentando
que malgastó demasiado tiempo en saquear la zona cuando una acción más decisiva
le habría permitido una captura rápida de Éfeso, de mayor valor estratégico.
En Lámpsaco, las tropas de Trasilo, que volvían
después de recibir de una deshonrosa derrota fueron en un principio rechazadas
por las tropas que habían servido en Cinosema y Abidos, que las obligaron a
acampar aparte. La tensión entre ambos grupos desapareció después de que los
atenienses atacasen Abidos. Trasilo dirigió treinta naves y los atenienses
lograron derrotar a la flota persa, pero no lograron tomar la ciudad. El
ejército ateniense logró, sin embargo, tomar Calcedón, Bizancio y otras
ciudades del Helesponto durante el verano de 408 a. C. Trasilo dirigió varios
destacamentos en distintas operaciones durante este periodo. Retornó a Atenas,
junto con la mayor parte de la flota y sus comandantes, en lo que supondría el
retorno triunfal de Alcibíades a la ciudad que le había exiliado.
Trasilo no mantuvo el cargo de strategos en el
periodo entre 407 y 406 a. C.,9 pero retornó al cargo al año siguiente, cuando
Alcibíades y sus socios políticos fueron apartados del poder tras la derrota
ateniense en Notio. Trasilo permaneció en la ciudad durante la primera parte de
su nuevo mandato mientras que Conón, otro general, partió a Samos para tomar el
mando de la flota. Tuvo un éxito inicial en asediar el territorio enemigo, pero
el tremendo apoyo financiero que los espartanos estaban recibiendo del príncipe
persa Ciro les permitió ampliar su flota hasta que los atenienses se vieron en
grave inferioridad numérica. Obligado a enfrentarse con tan sólo 70 trirremes
contra una flota espartana compuesta por 170, Conón fue derrotado y bloqueado
en Mitilene, siendo apenas capaz de enviar un trirreme a Atenas con las
noticias de su situación.
Cuando las noticias de la crisis llegaron a Atenas,
la ciudad se vio enfrentada a una situación desesperada. Para poder enfrentarse
a la gran flota peloponesia contaba tan sólo con 40 trirremes listos para la
batalla, y a ello se añadía que la mayor parte de las cuadrillas de marineros
con experiencia se encontraban en la flota de Conón. Para financiar la
reconstrucción de su flota, los atenienses se vieron obligados a derretir las
estatuas de la acrópolis, y aun así las 110 naves que la ciudad logró juntar
tras la construcción estaban compuestas por una mezcla de remeros con poca
experiencia, granjeros, caballeros adinerados y esclavos emancipados. Los ocho
generales que permanecían en Atenas, Trasilo incluido, zarparon con esta nueva
flota, y no se conoce si alguno de ellos había sido nombrado comandante
supremo. La flota ateniense, reforzada con otras 55 naves procedentes de
ciudades aliadas, se enfrentó a la flota espartana de 120 naves bajo el mando
de Calicrátidas en las islas Arginusas, justo al sur de Lesbos. En la batalla,
los atenienses dividieron su flota en 8 divisiones autónomas, con Trasilo al
mando del ala derecha frontal.
Mediante una táctica que buscaba evitar que los
espartanos pudiesen aprovechar su superioridad, los atenienses lograron
desgastar a su enemigo, y el día finalizó con una decisiva victoria ateniense. El
resto de la flota espartana huyó hacia el sur, dejando 70 naves detrás, y la
fuerza de bloqueo de Mitilene huyó tras recibir noticias del resultado de la
batalla.
Tras esta importante victoria, los ocho generales se
reunieron y decidieron partir conjuntamente con la parte más grande de la flota
para enfrentarse a la fuerza de asedio de Mitilene. Mientras tanto, los
trierarcas Trasíbulo y Terámenes permanecerían con 47 naves para rescatar a los
supervivientes de las naves atenienses dañadas. Sin embargo, poco después de
que la fuerza principal hubiese partido, comenzó una fuerte tormenta que
impidió al destacamento de rescate llevar a cabo su labor. El resultado fue un
desastre: un gran número de atenienses perecieron ahogados. Si bien se desconoce
la cifra exacta de muertos, las magnitudes que se han barajado rondan entre los
casi 1.000 marineros y soldados hasta casi 5.000.
En Atenas se produjo una gran tormenta política a la
recepción de las noticias sobre la tragedia. La población, desolada por los
acontecimientos, quería depurar las responsabilidades señalando a los culpables
de los acontecimientos. El pueblo estaba furioso no sólo por las muertes, sino
porque tampoco se había podido recuperar los cuerpos de los cadáveres para su
entierro (en la atmósfera religiosa de Grecia, este hecho podría haber sido
casi tan serio a ojos del pueblo ateniense como el mismo abandono de los
supervivientes en el mar). Los generales sospechaban que Trasíbulo y Terámenes,
que ya habían vuelto a Atenas, podrían haber sido los responsables de hacer que
la asamblea les hiciese a ellos responsables de los hechos, por lo que Trasilo
y sus colegas escribieron cartas al pueblo denunciando a los dos trierarcas
como responsables del rescate fallido.
Los trierarcas fueron llamados ante la asamblea para
dar cuenta de sus acciones, pero fueron capaces de defenderse adecuadamente,
tras lo cual los generales fueron depuestos de sus cargos y llamados a retornar
a Atenas. Dos de ellos huyeron, pero Trasilo y otros cinco volvieron a la
ciudad. Su defensa, una vez en Atenas, encontró en un principio una buena
respuesta por parte del pueblo. Sin embargo, el festival de las Apaturias, en
la que las familias debían reunirse para las celebraciones, resultó ser una
gran oportunidad para sus enemigos políticos para recordar al pueblo la gran
pérdida que habían sufrido, y fue utilizada para exacerbar los sentimientos
contrarios a los generales. Durante la asamblea celebrada al día siguiente,
completamente viciada y llena de emotividad, la asamblea, dirigida por Calixeno,
enjuició en masa a los generales y les condenó a todos a muerte. Aunque los
atenienses pronto se arrepintieron de ello, fue demasiado tarde para Trasilo y
sus camaradas. Los seis fueron ejecutados antes de que la asamblea pudiese
reconsiderar su decisión.
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