Claudio
armó navíos de tres y cuatro filas de remos y diecinueve mil hombres; el
recinto estaba rodeado de pontones para evitar las huidas en desorden, pero
abarcaba un espacio suficiente para mostrar la fuerza de los remeros, la destreza
de los patrones, la arrancada de las naves y las maniobras habituales de un
combate. Sobre los pontones estaban apostados destacamentos y escuadrones de
las cohortes pretorianas, y por delante se habían levantado baluartes desde los
que se podían hacer funcionar catapultas y ballestas. El resto del lago lo
ocupaban infantes de marina en naves cubiertas. Las riberas y colinas y las
cimas de los montes estaban abarrotadas, a la manera de un teatro, por una
multitud innumerable procedente de los municipios próximos y también de la
propia Ciudad, venida allí por curiosidad o por deferencia al príncipe.
Claudio, ataviado con un precioso manto de guerra, y no lejos de él Agripina
con una clámide bordada en oro, presidían el espectáculo. La lucha, aunque entre
criminales, se llevó a cabo con un coraje propio de hombres valerosos, y tras
muchas heridas se los eximió de la muerte.
(
Tácito )
[…]
cuando Claudio, al saludo de los combatientes al pasar delante de él «¡Salve,
emperador, los que van a morir te saludan!», contestó «¡Salud a vosotros!», se
negaron a combatir, alegando que aquella respuesta significaba un indulto.
Durante algún tiempo deliberó si los haría morir a todos por el hierro o por el
fuego; bajó, finalmente de su asiento, corrió aquí y allá alrededor del lago
con paso vacilante y actitud ridícula, amenazando a éstos, rogando a aquéllos,
y concluyó por decidirlos al combate.
( Suetonio )
Al
término del espectáculo se abrió paso a las aguas. Y quedó de manifiesto la
incuria con que se había realizado la obra, pues no era lo bastante profunda
como para alcanzar el nivel más bajo del lago. El caso es que se dejó pasar un
tiempo para hacer más hondo el túnel, y a fin de reunir de nuevo a la multitud
se dio un espectáculo de gladiadores, tras tender puentes para la lucha a pie.
Incluso se ofreció un banquete junto al desagüe del lago, que fue ocasión de
gran pánico para todos, porque la fuerza impetuosa de las aguas arrastraba lo
que hallaba a su paso, haciendo temblar las zonas más alejadas y causando en
ellas el terror con su retumbar y estrépito. Justo en tal momento Agripina,
aprovechando el miedo del príncipe, acusó a Narciso, encargado de las obras, de
codicia y de robos; mas él no se quedó callado, echándole en cara sus mujeriles
apasionamientos y sus esperanzas excesivas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario