El 16
de marzo se le cortó la respiración y se creyó que había terminado su vida
mortal; ya Cayo César, en medio de un corro de felicitaciones, salía para tomar
posesión del imperio, cuando de repente se anuncia que Tiberio recupera la voz
y la vista y que pide que le lleven alimento para rehacerse de su debilidad.
Todos se quedaron aterrados; los circunstantes se dispersan y todos se fingen
tristes o ignorantes; Cayo César, clavado en el silencio, en vez del supremo
poder aguardaba su propio final. Macrón, sin temblar, manda que ahoguen al
viejo echándole mucha ropa encima y que salgan de la habitación. Así acabó
Tiberio a los setenta y siete años de edad.
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