Cuando Aníbal estaba acampado al pie de las murallas de
Roma, convencido de que la población de la ciudad era presa del pánico, se
produjeron dos incidentes que lo desanimaron y lo convencieron de que debía
emprender la retirada. Uno fue que salió de la ciudad un contingente de tropas,
pero no para combatirlo a él, sino para reforzar al ejército romano desplazado
a Hispania; el otro fue que se enteró de que por esos mismos días había sido
vendida casualmente la tierra sobre la que él estaba acampado, sin que por ello
se hubiera rebajado lo más mínimo el precio del solar.
( Tito Livio, en"Historia de Roma desde su
fundación" )
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