Libraba los combates no siempre según una determinación
previa, sino también según la ocasión, a menudo inmediatamente después de una
marcha y algunas veces con un tiempo inclemente, cuando nadie pensaba que se
movería... Nunca dispersó a los enemigos
sin asolar también su campamento, de manera que, aterrados como estaban, no les
daba tiempo de rehacerse.
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