Catón observó que los atenienses se admiraron de la rapidez
y concisión de su lenguaje; porque lo que él exponía con brevedad lo reproducía
el intérprete con gran prolijidad y empleando muchas palabras; y, en fin, todos
pensaban que a los griegos les salían las palabras de los labios y a los
romanos, en cambio, del corazón.
( Plutarco en "Vida de Marco Catón")
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