Se calcula que a
finales del siglo I a. C. quizá incluso un 90% de la población libre de Italia
tenía antepasados que habían sido esclavos. Dos factores contribuyeron en gran
parte a esa curiosa integración: por un lado, la esclavitud no se basaba en
condicionamientos raciales, y por otro, cuando eran manumitidos, a los esclavos
normalmente se les concedía la ciudadanía.
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