Su
aspecto era muy agradable… sereno su semblante… Sus ojos eran vivos y
brillantes… Tenía los dientes pequeños, claros y desiguales, el cabello
ligeramente rizado y algo rubio, las cejas juntas, las orejas medianas, la nariz
aguileña y puntiaguda, la tez morena, con corta talla… Tenía, dicen, el cuerpo
cubierto de manchas…; intensas picazones y el uso constante de un cepillo duro
le llenaron también de callosidades… Tenía la cadera, el muslo y la pierna del
lado izquierdo algo débiles, y a menudo cojeaba de este lado, pero remediaba
esta debilidad por medio de vendajes y cañas. De tiempo en tiempo experimentaba
tanta inercia en el dedo índice de la mano derecha que, cuando hacía frío, para
escribir tenía que rodearlo de un anillo de cuerno. Se quejaba también de
dolores de vejiga, que sólo se calmaban cuando arrojaba piedras con la orina.
Padeció, durante su vida, varias enfermedades graves y peligrosas; sobre todo
después de la sumisión de los cántabros tuvo infartos en el hígado, perdiendo
toda esperanza de curación… Padecía aun otros males que le atacaban todos los
años en el día fijo, encontrándose casi siempre mal en el mes que había nacido:
se le inflamaba el diafragma a principios de primavera y padecía fluxiones
cuando soplaba el viento de Mediodía…
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