El mérito no reside en ningún
hombre y prevengamos a la nación para que no considere a su gobernador temporal
como una divinidad y le adule, deleitándose con sus idas y venidas, reverenciándole,
oyendo sus palabras como si bajaran del Olimpo acompañadas del sonido del
trueno, desterrando a los que no opinan como él, coreando servirles a todo lo
que él diga y llegando a creer que es superior a los que le elevaron por el
voto o en un momento de peligro.
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