Los templos griegos e incluso los grandes teatros y los
edificios públicos han sido erigidos no para agradar la vista del hombre, sino
para la vista de Júpiter. Por eso son tan maravillosos, tan misteriosamente
fascinantes. Yo he visto en Roma magníficos edificios, que abruman por el poder
y la gloria, por sus columnas y arcos. Fuero erigidos sólo para halagar el
orgullo del hombre.
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