Hice durante cierto tiempo el servicio militar a las órdenes
de Sila y no fui considerado de los mejores soldados. Sin embargo se decía:
Parece como si no hubiera hecho el servicio militar, esa experiencia no me
parece más que una fantasía que durara todo lo más una hora. Ya ni me acuerdo
del nombre de mi general, ni de mis camaradas, que por otra parte tampoco
estuvieron muy interesados en entablar amistad conmigo. Y debo confesar que yo
tampoco a ellos. A ellos les gustaba la guerra y pensaban que era el más noble
y emocionante de los deportes, aunque corrieran el riesgo de morir en todo
momento. Yo no encuentro las guerras agradables para ningún hombre inteligente
y la corta campaña en que participé, por empeño de Sila y de mi madre, que
creyeron que esa experiencia, por penosa que fuese, me era necesaria, fue para
mí un enorme aburrimiento. No es que yo vitupere a los ejércitos y a los
militares, porque siendo los hombres como son, amantes de la guerra, no se
puede confiar en ellos, especialmente si son envidiosos de nuestra nación y
codician sus posesiones o ambicionan dominarlos.
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