En 20 d. C. , el Senado
sometió a debate una propuesta para que se prohibiera a los gobernadores
provinciales que se llevaran consigo a sus esposas a su destino. Se sostuvo que
eran débiles y que no estaban a la altura de las dificultades de los viajes.
Cuando se les daba
licencia, eran crueles, ambiciosas y ávidas de poder. Las esposas de los
gobernadores fueron responsables de la mayoría de las acusaciones de concusión,
sus exigencias eran desmedidas y arbitrarias, y ya mandaban en sus casas, en
los tribunales e incluso en el ejército.
La propuesta fue
rechazada, pero no por motivos demasiado loables. Se decidió que las mujeres
eran débiles por naturaleza, y por lo tanto, no había que dejarlas solas,
expuestas a la tentación y a las pasiones de otros hombres.
Si la presencia
vigilante de los maridos a duras penas mantenía intactos los matrimonios, ¿Qué
cabía imaginar que sucedería si por varios años se dejaban en el olvido como
por una especie de divorcio?
( Tácito en
"Anales")
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