¿César,
muerto? No, no podía ser. Pero así es. Catón, Catón, Catón, ¡maldito! ¡ojalá tengas
que empujar rocas en el Tártaro por toda la eternidad! Eres tú el único
culpable. Eres tú quien lo ha ensuciado todo, tú quien metió a Bruto en la
cabeza la idea de casarse con tu hija, tú y la mentula que te engendró
sois quienes habéis arruinado mi vida. ¡César, César! ¡Cuánto te he amado!
Siempre te amaré, no puedo apartarte de mi mente.
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