El pomerium era el límite
sagrado de la ciudad de Roma, marcado por unos mojones llamados cippi, cuya
creación se atribuye al rey Servio Tulio; permaneció intacto hasta tiempos de
Sila el dictador.
El pomerium no seguía exactamente el perímetro de las
murallas servianas, y uno de los motivos principales es que es dudoso que
dichas murallas las construyera Servio Tulio, quien sin duda habría hecho que
éstas siguieran el itinerario del pomerium.
Toda la antigua ciudad palatina de
Rómulo quedaba dentro del pomerium, pero no el Aventino ni el Capitolio. La
tradición decía que el pomerium sólo podía ampliarlo aquel que aumentase considerablemente
los territorios que poseía Roma, pues en términos religiosos, Roma sólo existía
dentro del pomerium y todo lo que quedaba fuera de él eran posesiones.
El inconveniente de ser soberano
ungido de visita en Roma era que no se podía cruzar el pomerium o límite
sagrado, porque quien lo hacía, implicaba renunciar a todo tipo de poder con
imperium.
Es decir, que dentro del pomerium romano, cualquier rey era
simplemente como un visitante más, y allí dentro de nada le valían sus poderes
ni podía tener tratamiento especial de rey.
Igual cualquier magistrado o
militar romano con imperium, si lo cruzaba, perdía automáticamente su imperium.
Por eso, cualquier dirigente militar que mereciera el desfile del triunfo,
tenía que esperar afuera del pomerium para conservar sus poderes y mandatos, ya
que una vez celebrado el triunfo dentro, como un acto de la mayor gloria y
reconocimiento al que añadia prestigio a su dignitas, lo perdía ese mío día que
era el de su triunfo.
Por otra parte, cualquier militar o magistrado con
imperium, si entraba dentro del límite sagrado del imperium, perdía su derecho
a proclamarse candidato a las elecciones consulares.
En la
película "Cleopatra" del director Joseph L. Mankiewicz, donde se ve
visitando públicamente a Cayo Julio César, para que fuera posible, seguramente
debía de ser en alguno de los barrios romanos de afuera del Pomerium. Ahora
bien, igualmente para contemplar y seguir el desfile triunfal de Cayo Julio
César (que igual en su condición de Dictador, era el único que podía conservar
su imperium máximo dentro del pomerium), Cleopatra tuvo que hacerlo desde un
lugar alto fuera del mismo Pomerium.
Naturalmente la faraona se sintió
indignada y ofendida ante ese trato tan denigrante para una reina tan
importante como lo era de Egipto. Pero cuando César explicó a Cleopatra
la aversión de Roma a los reyes y las reinas y el significado de cruzar el pomerium, la natural
indignación de la reina de Egipto por no ser admitida en la ciudad se desvaneció.
Cada lugar tenía sus
tabúes, y los de Roma estaban todos ligados a la idea de la República, a un rechazo de la soberanía
absoluta que rayaba en el fanatismo y, de hecho, engendraba fanáticos como Marco Porcio Catón el
Uticense, cuyo horroroso suicidio era aún la comidilla de Roma.
Para
Cleopatra, la soberanía absoluta era un hecho natural, pero si no podía entrar
en la ciudad, no podía. Cuando lloró al pensar que no vería la celebración de
los triunfos de César, él le dijo que un caballero amigo de su banquero Opio,
un tal Sexto Perquitieno, le había propuesto que la reina compartiera su balcón
con él.
Como la casa de éste estaba construida en el monte del Capitolio con
vistas al Campo de Marte, Cleopatra vería el comienzo del desfile, y lo
seguiría hasta que doblara la curva del Capitolio para entrar en la ciudad por
la Porta Triunfalis, una puerta especial abierta sólo para los triunfos.
Felicito al creador de esta página, comparto su interés y pasión por la historia romana.
ResponderEliminarMuy interesante,tanto para quienes ahonden en la historia de Roma como para todos cuantos sienta curiosidad por ella.
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