En las guerras samnitas del 294 a. C., el comandante
Atilio Regulo intercepto con su unidad de infantería a otra que se encontraba
desbandada y en retirada y los capturo como desertores.
Apio Claudio, antecesor
del emperador Tiberio, ejecuto a garrotazos a uno de cada
diez hombres (de ahí el termino "diezmar") de una unidad que había abandonado la batalla.
Otro general, Aquilio, tomo una medida similar, aunque
en este caso prefirió decapitarlos. Craso el triunviro también diezmo una
unidad que había huido ante el gladiador rebelde Espartaco, y aprovechando un momento
en el que no estaba ligándose a Cleopatra, también Marco Antonio ejecuto a uno
de cada diez hombres de dos cohortes que habían permitido al enemigo incendiar
unas maquinas de asedio.
En el 18 d. C.,
los soldados de la III Augusta fueron diezmados mediante la aplicación del fustarium
tras huir de los numidas, en África.
En tiempos de la República, el general Metelo Macedónico
tampoco desentonaba. En una ocasión en que sus tropas fueron expulsadas de una
plaza fuerte por el enemigo, les dio tiempo para escribir sus testamentos y les dio orden de que retomaran la posición, advirtiéndoles
de que hasta que no lo hubiesen conseguido no les permitiría retornar al
campamento.
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