¿Quién
os creéis que sois, para exponer vuestros anuncios en todas las ciudades, desde
Brutium y Calabria hasta Umbría y Etruria? He promulgado un edicto cónsul que
se pondrá allí donde se arranque el vuestro, desde Brutium y Calabria hasta
Umbría y Etruria. Dirá al pueblo de Italia que los dos actuáis en función de
vuestros propios intereses personales y que vuestro edicto no tiene autoridad
pretoriana. Advertirá a quien lo lea que si ve más avisos no oficiales que
lleven vuestro nombre, deberán considerar dichos avisos como traiciones
potenciales, y que sus autores podrían muy bien ser designados enemigos públicos.
Eso
es lo que diré en público. Pero en esta carta iré más lejos. Es verdad que os estáis
comportando como traidores, y no tenéis derecho a exigir nada al Senado ni al
Pueblo de Roma. En lugar de gimotear y quejaros por vuestras comisiones de
grano, deberíais estar a los pies del Senado dando mil gracias abyectas por
haberos asignado cualquier tipo de responsabilidad oficial. Al fin y al cabo,
asesinasteis al hombre que era el legítimo gobernante del Estado romano. ¿De
verdad creísteis que os regalarían sillas curules y coronas de oro con
incrustaciones de piedras preciosas por cometer una traición? ¡Creced, adolescentes
estúpidos y mimados!
¿Y
cómo os atrevéis a acusarme en público de haber dicho que intentasteis agitar a
mis legiones macedonias? ¿Por qué demonios iba a hacer correr esos rumores,
decidme? Callad y sentad la cabeza, o tendréis aún más problemas de los que ya
tenéis.
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