Donó
el botín a sus legados, tribunos, centuriones, legiones y caballería, rehusando
quedarse con el porcentaje correspondiente al general; él tenía ya sus coronas,
y con eso le bastaba. Cuando concluyó la ceremonia del reparto del botín, los
soldados de bajo rango eran diez mil sestercios más ricos, y los legados como
Bruto y Casio habían amasado cien talentos por cabeza. Eso era lo que había
quedado en el campamento cimerio, así que ¿quién sabía qué se había llevado
Farnaces? No obstante, nadie recibió el dinero en mano; se trataba de un
ejercicio contable realizado por representantes electos, ya que el botín en sí
se mantenía intacto hasta ser exhibido en el desfile triunfal del general, tras
lo cual se distribuía el dinero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario