César
contaba con varios criados libertos para atenderle en sus necesidades
personales; era muy exigente con la limpieza de sus prendas, hasta el punto de
reclamar que a diario le cambiaran el forro interior de sus botas de marcha, y
disponía de un sirviente encargado de depilarle, costumbre que seguía desde
hacía tanto tiempo que ya apenas le crecía el vello.
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