Nosotros
los romanos no creemos en el alma .Todo lo que perdura después del cuerpo es
una sombra sin mente. La muerte es un sueño, y aunque algunos pueblos
extranjeros creen que la tememos, yo creo que la tememos menos. ¿Por qué iba a querer ningún romano, sea
hombre o mujer algo además de esto, de la vida? . En realidad la vida es un
valle de lágrimas, una terrible prueba de fuerza. Por cada centímetro que
ganamos, retrocedemos un kilómetro. ¡La vida está ahí para ser conquistada,
pero a qué precio! ¡A qué precio! A mí nadie me derrotará nunca. No se lo
permitiré. Yo creo en mi mismo y he establecido una pauta para mí.
¿Y en dónde está el valle de lágrimas?, se
preguntarán algunos. Pues en los métodos. En la obstinación humana, en la falta
de previsión, en que no logramos ver cuál es el camino mejor, el camino más airoso.
Por eso buscamos la perfección, el conocimiento, la civilización que como
pueblo nos ha de llevar a mejor vida.
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