Te echo mucho de menos, mi pequeña esposa, y estoy
deseando verte. Primero, sin embargo, debo ir a Roma a tener mi triunfo. ¡Oh,
el botín! Tanto como el que tuvo Pompeyo Magno después de derrotar a Mitrídates.
Estos reinos orientales están llenos de oro y joyas, incluso si no contienen
estatuas dignas de Fidias o ningún otro griego. Una estatua de oro sólido de
seis cubitos de altura de Anaitis va camino de Roma y el templo de Júpiter
Óptimo Máximo, pero es sólo una pequeña parte del botín armenio.
Te gustará saber que Delio concluyó el tratado que tanto
te interesaba; sí, Roma y Media Atropatene son ahora aliados. Artavasdes de
Armenia es mi prisionero y caminará en mi triunfo. Hace mucho tiempo desde que
un general triunfante mostrara a un verdadero personaje de la realeza de esta
manera, a un monarca reinante de tan alto nivel. Toda Roma se maravillará.
Ahora faltan sólo quince días hasta las calendas de
Sextilis, y dentro de poco comenzaré mi retomo a Roma. Tan pronto como acabe mi
triunfo navegaré a Alejandría, con mares de invierno o no. Hay tantos arreglos
que hacer, incluida una gran coalición en Artaxata. Allí dejaré a Canidio y a
una tercera parte de mis tropas. Los otros dos tercios marcharán conmigo a Siria
y los acamparé alrededor de Antioquía y Damasco. La decimonovena legión navegará
conmigo a Roma para representar a mi ejército en mi triunfo, sus lanzas y
estandartes coronados con laureles. Sí, fui aclamado como imperator en el campo de
Naxuana.
Estoy muy bien, aunque un poco perturbado por algunos
extraños lapsus de memoria. ¿Sabes que no podía recordar haber enviado a Delio
a ver a Artavasdes de Media? Debo confiar en ti para que confirmes las cosas
que traigan a mi atención.
Te envío un millar de millares de besos, mi reina, y
anhelo tener tu pequeño cuerpo de pájaro en mis brazos. ¿Estás bien? ¿Cesarión
está bien? ¿Cómo están nuestros propios hijos? Escríbeme a Antioquía. Habrá
tiempo porque envío esta carta por mensajero a todo galope. Te quiero.
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