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domingo, 15 de marzo de 2015

CARTA DE CAYO TREBONIO A CAYO JULIO CÉSAR PROCÓNSUL DE LA GALIA, SOBRE LOS MOVIMIENTOS DE LOS REBELDES GALOS


 

Hemos logrado esta información, César, secuestrando a un druida arverno y enviándoselo a Labieno para que lo interrogase. Te preguntarás que por qué un druida. Fabio, Sextio, Quinto Cicerón y yo estuvimos hablando del asunto y decidimos que un siervo no sabría lo suficiente, y que un guerrero posiblemente considerase preferible morir antes que decir nada que mereciera la pena oír, mientras que los druidas son blandos. Si nuestros tribunos de la plebe tuvieran la mitad de la verdadera inviolabilidad de que disfruta el más insignificante de los druidas, estarían gobernando Roma de forma mucho más despiadada de como lo hacen ahora. Elegimos a Labieno para interrogar al druida porque... bueno, no hace falta que te lo diga, ¿verdad? Aunque imagino que el druida estaba balbuceando lo que sabía mucho antes de que Labieno pusiera los hierros de marcar al fuego.

 

Cayo Fufio Cita, sus comisionados, los demás ciudadanos romanos civiles y unos cuantos mercaderes griegos que vivían en Genabo fueron asesinados a primeros de febrero, aunque nadie salió de allí para contárnoslo. Los carnutos empezaron a hacer correr la noticia hasta Gergovia el mismo día en que se produjo la matanza. Vercingetórix había sido expulsado de la oppidum, pero en el momento en que se enteró de lo de Genabo se puso al frente del consejo arverno y asesinó a Gobanicio. A continuación se hizo llamar rey, y todos los fanáticos arvernos lo aclamaron como tal.

 

Al parecer inmediatamente después se dirigió a Carnutum y allí celebró una conferencia con Gutruato, rey de los carnutos, y tu viejo amigo Cathbad, el druida jefe. Nuestro informador no nos pudo decir quién más acudió a ella, excepto que creía que Lucterio, vergobreto de los cardurcos, había estado allí, ¡Y también Commio! Cuando acabó la conferencia se hizo un llamamiento a las armas.
 

Esta guerra no es cosa de risa, César. Los galos se están uniendo desde la desembocadura del Mosa hasta Aquitania, y por todo el país de oeste a este. Convencido de que una Galia unida cuenta con el suficiente número de guerreros para echarnos, Vercingetórix tiene intención de unificar la Galia bajo su liderazgo.
 

Se reunieron en asamblea a las puertas de Carnutum a primeros de marzo para empezar una campaña de invierno. ¿Contra nosotros?, preguntas. No, contra cualquier tribu que rehúse unirse a la causa.

 

Lucterio y cincuenta mil cardurcos, pictones, andos, petrocorios y santones empezaron a guerrear contra los rutenos y los gabalos. Una vez que los hayan metido en el redil galo, Lucterio y su ejército avanzarán y entrarán en la Provenza, particularmente en la zona de Narbona y Tolosa, para cortar nuestras comunicaciones con las Hispanias. También va a extender la disensión entre los volcos y los helvecios.

 

El propio Vercingetórix está al frente de un ejército de unos ochenta mil hombres compuesto por senones, carnutos, arvernos, suesiones, parisienses y mandubios, y avanza hacia los bitúrigos, que se negaron a tener nada que ver con la idea de una Galia unida. Como los bitúrigos son los que poseen las minas de hierro, es fácil comprender por qué Vercingetórix tiene que convencerlos de que están equivocados.

 

Mientras escribo esto, Vercingetórix y su ejército están en movimiento y se adentran en las tierras de los bitúrigos. Nuestro druida informador dijo que Vercingetórix piensa atacarnos cuando llegue la primavera. Su estrategia no está mal: piensa mantenerte a ti aislado de nosotros, basándose en la teoría de que sin ti nosotros no nos atreveremos a salir de nuestros campamentos, donde piensa asediarnos.
 

Sin duda hay una pregunta cuya respuesta ardes en deseos de conocer: para empezar, ¿cómo es que llegamos a secuestrar a un druida arverno? ¿Por qué no estábamos repantigados disfrutando de la inercia del invierno tal como Vercingetórix imaginaba que haríamos? De ello el responsable es Litavico, rey de los eduos, César. Me ha visitado en varias ocasiones desde principios de febrero, y en todas ellas de la manera más casual y desenfadada... pasaba por aquí después de asistir a una boda, y otros pretextos de esa clase. Yo no me creía nada de eso hasta que llegó después de la gran marcha de concentración cerca de Carnutum, cuando me informó de que Vercingetórix estaba gobernando Gergovia. Le hice alguna pregunta al respecto y él se retractó con demasiada prisa y de una forma demasiado brusca. Pensó que era muy gracioso cuando quiso arreglarlo diciendo que Vercingetórix era «vergobreto sin colega». Me desternillé de risa, lo acompañé hasta la salida y a continuación te envié la primera carta.

 

César, no tengo absolutamente ninguna prueba concreta que pueda llevarme a pensar que los eduos están pensando en formar parte de la Galia unida de Vercingetórix, pero hay que estar al tanto. A mí me da en la nariz que están en ello, O que los jóvenes como Litavico están en ello, aunque los vergobretos no lo estén. Los bitúrigos pidieron ayuda a los eduos, los eduos me enviaron a Litavico para informarme y para preguntarme si me importaría que ellos mandaran un ejército para ayudar a los bitúrigos. Si lo único que hay por medio es una querella interna, le dije yo, adelante, envía un ejército.

 

Pero el destino de ese ejército me está llamando la atención en este momento. Se puso en marcha, muy fuerte y bien armado, y se dirigió hacia las tierras de los bitúrigos. Pero cuando esas tropas llegaron al margen oriental del Loira, se asentaron allí y no llegaron a cruzar el río. Después de esperar varios días regresó a sus tierras de nuevo. Litavico acaba de marcharse de aquí después de venir a explicarme por qué dejaron a los bitúrigos sin ayuda. Me ha dicho que Cathbad había enviado aviso de que todo era una conspiración entre los bitúrigos y los arvernos, y que en el momento en que el ejército eduo cruzase el río, los bitúrigos y los arvernos caerían sobre ellos.

 

Todo resulta demasiado convincente, César, aunque no sé por qué pienso esto. Mis colegas están de acuerdo conmigo, sobre todo Quinto Cicerón, que parece que tiene una vocecita que lo pone sobre aviso en estos casos.

 

Tú eres quien tiene que decidir qué hacer, y puede ser que no conozcamos tus planes hasta que te veamos en persona. Porque me niego a creer que un rebaño de galos, con o sin los eduos, vayan a impedirte que te reúnas con nosotros cuando estés dispuesto a hacerlo. Pero puedes estar seguro de que estaremos preparados para entrar en acción en cualquier momento a partir de ahora y hasta el verano. Alegando de repente que tiene un campamento poco higiénico, Fabio ha cogido a sus dos legiones y se ha trasladado a otro campamento nuevo no lejos de Bibracte; junto al Icauna, cerca de su nacimiento, por si necesitas saberlo. Los eduos parecieron muy complacidos con este cambio, pero ¿quién sabe? Me he vuelto bastante escéptico acerca de los eduos.

 

Si decides enviar noticias, tropas o venir tú mismo a Agedinco, quiero advertirte que todos nosotros preferiríamos que dieras un rodeo para evitar las tierras de los eduos. Lo mejor que puedes hacer es ir de Ginebra a Vesontio, y desde allí, atravesando la tierra de los ungones, hasta Agedinco. Ése es el camino que han seguido nuestros mensajeros. Estoy muy contento de tener a Quinto Cicerón aquí conmigo, pues su experiencia con los nervios lo ha convertido en un hombre valiosísimo.

 

Labieno me pide que te diga que él aguantará con sus dos legiones donde está hasta que reciba noticias tuyas. Él también se ha trasladado y está asentado a las afueras de la oppidum de los remos de Bibrax. No parece haber ninguna duda de que el empujón principal de esta insurrección vendrá de los celtas de la Galia central, así que hemos decidido que sería mejor situarnos a una distancia fácilmente accesible. Los belgas, con Commio o sin él, han dejado de ser una fuerza con la que podamos contar.


( C. McC. )

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