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jueves, 18 de diciembre de 2014

BREVE DISCURSO DE LUCIO CORNELIO SILA EN EL SENADO



Antes de que el portavoz de la cámara tome la palabra en esta reunión , hay un par de cosas que quiero decir. Roma no corre peligro estando a mi cuidado, y nadie vendrá a causarle mal. Volverá la ley justa, regresará la República a sus días de gloria; pero eso son cosas que emanarán de las decisiones de nuestro interrex y no insistiré en ello. Lo que sí quiero decir es que he tenido a mis órdenes hombres muy capaces, y hora es de que se lo agradezca. Comenzaré por los que no están presentes: Cneo Pompeyo, que ha asegurado la cosecha de Sicilia y con ello salvado a Roma del hambre este invierno... Lucio Marco Filipo, que el año pasado aseguró la cosecha de Cerdeña, y este año se enfrentó al enviado contra él, Quinto Antonio Balbo, y le dio muerte en combate. Cerdeña está en nuestro poder... En Asia he dejado hombres excelentes que cuidarán la provincia romana más rica y valiosa: Lucio Licinio Murena, Lucio Licinio Lúculo y Cayo Escribonio Curio... Y aquí, conmigo, están mis más fieles seguidores en momentos difíciles y desesperados: Quinto Cecilio Metelo Pío y su legado Marco Terencio Varrón Lúculo, Publio Servilio Vatia, Cneo Cornelio Dolabela el viejo, Marco Licinio Craso...


Debo deciros, además, que sé que vosotros sois conscientes de que el cargo de dictador es para seis meses, pero en seis meses no habré podido hacer nada  para solucionar los graves problemas de Roma. Créeme, senadores, no quiero el maldito cargo ni un solo día, y menos para toda la vida. Cuando considere que he culminado la tarea, lo dejaré. Pero en seis meses es imposible hacerla.



Y ahora os estaréis preguntando por qué. Pues por una sencilla razón: la situación financiera de Roma es un caos. Para restablecerla debidamente se necesitará un año, quizá dos. Hay veintisiete legiones por licenciar, buscarles parcelas y pagarlas. Hay que hacer que los que apoyaron los regímenes ilegales de Mario, Cinna y Carbón no escapen al castigo. Las leyes de Roma están anticuadas, sobre todo en relación con los tribunales y los gobernadores de provincias. Sus servidores civiles están desorganizados e incurren en letargo y codicia. Se han robado tantos tesoros, dinero y lingotes de los templos, que nuestro Erario cuenta aún con doscientos ochenta talentos de oro y ciento veinte de plata, a pesar de los despilfarros de este año. El templo de Júpiter Optimus Maximus es una pavesa. ¿Continúo, senadores?


Ya imagino que estáis inquietos con la idea de que me siga prorrogando el cargo de dictador cada seis mesos, pero ¿creéis que me va a resultar agradable?.¡ Necesito tiempo y tenéis que entenderlo!. Tres de cada seis meses me los tendría que pasar contentando a las centurias. ¡ Rogando, dando explicaciones, excusándome, pintándolo todo de rosa, acariciando la bolsa de todos los caballeros comerciantes y convirtiéndome en la puta más vieja y detestable del mundo!. Pues no, comodones holgazanes, ¡no voy a perder el tiempo ni pasar por eso!, ¡lo haré a mi manera o no lo haré! ¿Me oís, miserable conjunto de tontos y cobardes hipócritas que se quedan en casa? ¡Queréis que Roma se recupere, pero reclamáis el derecho inmerecido de hacer de la vida del que va a acometer la tarea lo más angustioso, penoso y servil posible! Bien, padres conscriptos, decidíos ahora mismo, porque Lucio Cornelio Sila ha vuelto a Roma y si se lo propusiera podría sacudirla en sus cimientos hasta convertirla en ruinas. ¡Tengo en el campo del Lacio un ejército que hubiera podido hacer entrar en la ciudad para echarlo sobre vuestros despreciables pellejos como lobos sobre corderos! No lo he hecho. He actuado conforme a vuestros intereses desde que llegué al Senado, y sigo haciéndolo. Pacíficamente; por las buenas. Pero estáis poniendo a prueba mi paciencia, os lo advierto con toda amabilidad. Seré dictador cuanto tiempo sea necesario. ¿Está claro? ¿Lo está, panda de inútiles?.






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