Ensaché
los límites de todas las provincias del pueblo romano fronterizas de los
pueblos no sometidos a nuestro dominio. Pacifiqué las Galias, las Hispanias y
la Germania, hasta donde el Océano las baña, desde Cádiz hasta la desembocadura
del Elba Mandé pacificar los Alpes, desde la región inmediata al Mar Adriático
hasta el Mar Tirreno, sin hacer contra ninguno de aquellos pueblos guerra que
no fuese justa. Mi flota, que zarpó de la desembocadura del Rin, se dirigió al
este, a las fronteras de los cimbrios, tierras en que ningún romano había
estado antes, ni por tierra ni por mar. Cimbrios, carides, semnones y otros
pueblos germanos de esas tierras enviaron embajadores para pedir mi amistad y
la del pueblo romano. Por orden mía y bajo mis auspicios dos ejércitos
llegaron, casi a un tiempo, a Etiopía y a la Arabia llamada Feliz. En esos dos
países y en combate abierto destruyeron a gran número de enemigos y tomaron
numerosas plazas. En Etiopía se llegó hasta la ciudad de Nabata, cerca de
Meroe. En Arabia, el ejército llegó hasta la ciudad de Mariba de los sabeos.
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