Lucio Veracio era un hombre desalmado
y de una brutalidad inmensa. Para divertirse tenía por costumbre golpear el
rostro de los hombres libres con la palma de la mano. Solía llevar tras él un
esclavo con una bolsa llena de ases (moneda de poco valor) y, cuando abofeteaba
a alguien, ordenaba que dieran inmediatamente al injuriado veinticinco ases,
como disponen las Doce Tablas. Por eso los pretores decidieron luego que esa
norma debía ser abandonada e invalidada, y anunciaron por medio de un edicto
que nombrarían unos asesores que tasaran el valor de las injurias.
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