A
los diecinueve años de edad alcé, por decisión personal y a mis expensas, un
ejército que me permitió devolver la libertad a la República, oprimida por el
dominio de una bandería. Como recompensa, el Senado, mediante decretos
honoríficos, me admitió en su seno, bajo el consulado de Cayo Pansa y Aulo
Hirtio [43 a.C.], concediéndome el rango senatorio equivalente al de los
Cónsules. Me confió la misión de velar por el bienestar público, junto con los
Cónsules y en calidad de Pro‐pretor. Ese mismo año, habiendo muerto ambos Cónsules en la
guerra, el pueblo me nombró Cónsul y triunviro responsable de la reconstitución
de la República
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