Se suponía que el comandante de un ejército romano debía de
estar muy activo antes, durante y después de la batalla, pero normalmente no se
consideraba que debiese luchar. Un general estaba allí para dirigir e inspirar ánimo
a sus hombres. Los otros oficiales importantes tenían papeles similares en cada
uno de los sectores a su cargo. En la mayor parte de los casos el general
controlaba la batalla a caballo, lo que facilitaba su visión de lo sucedido y
su desplazamiento hacia los puntos conflictivos.
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