Aquel
hombre ocultaba un ánimo feroz bajo una engañosa modestia, sin que hubiera
alterado el tono de su voz la condena de su madre ni el exterminio de sus
hermanos; según tuviera el día Tiberio, él adoptaba un aire igual y con
palabras no muy distintas a las suyas. De ahí el agudo y tan divulgado dicho
del orador Pasieno de que «nunca fue mejor el esclavo ni peor el señor».
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