Encontraron
el terreno apropiado cerca del pueblo de Munda, en el camino que iba desde Astigi
hasta Calpe, en la costa, la Columna de Hércules del lado hispánico del
estrecho. Al ser un puerto bajo de montaña, Munda proporcionó a los
republicanos un excelente terreno cuesta abajo; para César, que a su llegada
correría jubiloso hacia el estandarte de combate, supondría luchar cuesta
arriba. El plan de César consistía en mantener la posición con la infantería
hasta que su enorme cuerpo de caballería, agrupado en su ala izquierda, pudiera
adelantar a los republicanos por la derecha y rodear a todo su ejército. No
sería fácil en un terreno en pendiente y con un enemigo avisado
de que no habría cuartel durante la batalla, ni clemencia después de la
batalla.
Los
dos bandos trabaron combate poco después del amanecer, y el resultado fue un enfrentamiento
sanguinario e interminablemente largo. No hubo oportunidad de desarrollar
tácticas brillantes o innovadoras en Munda, quizá la batalla más directa que
César había librado. Fue también la que estuvo más cerca de perder, ya que los
republicanos se negaron a ceder terreno y no permitieron a César desplegar su
caballería. Munda fue un combate lento, cuerpo a cuerpo, con César en notable
desventaja, luchando cuesta arriba y con cuatro legiones de infantería menos.
Las tropas de Cneo Pompeyo se habían tomado muy en serio el mensaje de César y
lucharon con denuedo y desesperación.
Al
cabo de ocho horas aún no había nada decidido en Munda. A lomos de Génitor en
lo alto de un buen punto de observación, César vio cómo su primera línea
empezaba a flaquear y romperse. Desmontó al instante, cogió el escudo,
desenvainó la espada y se abrió paso a través de sus hombres hasta la primera
fila, donde la Décima ya no resistía.
-¡Vamos,
cunni, si no son más que niños! -vociferó, repartiendo golpes a diestra y siniestra-.
Si esto es todo lo que sabéis hacer, será vuestro último día de vida y también
el mío, porque moriré con vosotros.
La
Décima reaccionó, cerró filas y luchó con César en medio. Con el sol apunto de ponerse
y sin desenlace a la vista, fue Quinto Pedio el que subió al punto de
observación. Adiestrado por César, vio una oportunidad para la caballería y
ordenó que ésta cargara contra el flanco derecho de Pompeyo Magno, comandada
por un joven tribuno llamado Salvidieno Rufo. Los galos, reforzados por un millar
de germanos, siguieron a Salvidieno, embistieron a la caballería de Labieno, la
arrollaron y cayeron sobre la retaguardia de Pompeyo.
Al
anochecer, cubrían el campo de batalla los cadáveres de treinta mil
republicanos y sus aliados hispánicos. De la Décima legión de César apenas
sobrevivió nadie. Por fin sus componentes habían expiado el motín. Tito Labieno
y Publio Atio Varo murieron en combate, casi voluntariamente, en tanto que los
dos Pompeyos escaparon.
Cneo
huyó a Hispalis e intentó encontrar refugio allí, pero.Cesenio Lento, un legado
menor de César, le persiguió, lo mató; lo decapitó y colgó su cabeza en la
plaza del mercado. Cayo Didio, haciendo limpieza en la región, la encontró y se
la envió a César, consciente de que a éste no le complacería aquella atrocidad;
Cesenio Lento perdería rápidamente el favor de César por semejante acción.
( C.
McC. )
No hay comentarios:
Publicar un comentario