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jueves, 30 de mayo de 2019

CARTA DESDE ATENAS DE MARCO ANTONIO A CLEOPATRA



Querida mía:

He estado pensando en ti mientras estoy sentado aquí en Atenas metafóricamente impotente. El estado literal aún no me ha visitado, me apresuro a añadir, y siento a mi mejor amigo sujeto en mis ingles que comienza a moverse con tu recuerdo, con tus besos. Atenas, como verás, ha mejorado mi estilo literario; aquí hay poco más que hacer aparte de leer, patrocinar la academia y otros antros filosóficos y hablar con hombres como Tito Pomponio Ático, que vino a cenar.

 

¿Puede ser que Cesarión esté de verdad cerca de su noveno cumpleaños. Supongo que debe de ser así, pero me duele pensar que me he perdido dos preciosos años de su infancia. Créeme que intentaré solucionarlo lo antes que pueda, y cuando sea posible iré a por ti. Mis propios gemelos deben de estar cerca de los dos años. ¿Adónde se va el tiempo.? Nunca los he visto. Sé que has llamado a mi hijo Ptolomeo y a mi hija Cleopatra, pero pienso en ellos como el Sol y la Luna, así que quizá cuando tengas en la residencia a Cha'em podrías llamar oficialmente a mi hijo Ptolomeo Alejandro Helios y a mi hija Cleopatra Selene. Él es el decimosexto Ptolomeo y ella la octava Cleopatra. Sí que sería bueno que tuviesen sus propios nombres, ¿no crees?.

 

El año que viene estaré sin duda en Antioquía, aunque quizá no tenga tiempo para visitar Alejandría. Sin duda ya sabrás que Publio Ventidio se excedió en el mandato que le había dado para ir a la guerra y expulsar a los partos de Siria. En realidad no me complació, dado que apesta a soberbia. En lugar de poner a Herodes en el trono, se ha ido a Samosata, que, según me acaban de informar, ha cerrado sus puertas para soportar el asedio. Sin embargo, debe de tener el tamaño de una aldea, por lo que no podrá tardar más de un nundinum en rendirse.

 

Octavia está encantada, aunque algunas veces me encuentro a mí mismo deseando que tuviese algo más de su hermano. Hay algo intimidatorio en una mujer que no tiene faltas, y ella no las tiene, créeme. Si se quejase de vez en cuando, creo que pensaría mejor de ella, pues sé que cree que no paso bastante tiempo con los niños, de los cuales sólo tres son míos. En cuyo caso, ¿por qué no decirlo?. Pero ¿lo hace?. ¡Octavia, no!. Sólo se muestra apenada. Así y todo, debo considerarme afortunado.

 

 No hay mujer en Roma más deseable; me envidian profundamente incluso mis enemigos. Escríbeme y dime cómo estás, y cómo está Cesarión. Ático hizo algunos comentarios sobre él y su relación con Octavio. Insinuó que puede haber un futuro peligro para él. Hagas lo que hagas, no lo envíes a Roma hasta que yo pueda acompañarlo. Es una orden, y no seas como Ventidio. Tu hijo se parece demasiado a César como para ser bien recibido por Octavio. Necesitará aliados en Roma, un fuerte apoyo.


EL PIRATA SAMIPPO DICE LO QUE LE GUSTARÍA SER Y TENER SI PUDIERA SER Y TENER CUALQUIER COSA



Los dioses pueden hacerlo todo, hasta lo que parece más formidable, y Timolao estableció la norma de no dudar pedirles cualquier cosa, asumiendo que no se negarían. Bien, pido ser rey, pero no un rey como Alejandro, el hijo de Felipe, o como Ptolomeo o Mitrídates o cualquiera de los que han heredado el trono de su padre. No, quiero empezar siendo un bandolero con unos 30 compañeros que hayan jurado fidelidad, hombres en los que se pueda confiar plenamente y con mucho temple. Que vayan aumentando hasta ser 300, 1000, y al cabo de poco tiempo 10 000, hasta que al final sean alrededor de 50 000 soldados de infantería pesada con unos 5000 caballos. Todos ellos me elegirán como jefe, porque pensarán que soy el líder y administrador más competente. Este hecho me sabe a gloria, ser más grande que el resto de los reyes, ya que habré sido elegido caudillo por el ejército en función de mis méritos, y no habré heredado mi cargo después de que otro haya hecho el trabajo; eso sería como el tesoro de Adimanto y no tan gratificante como cuando ves que has logrado el poder con tu propio esfuerzo.

( Luciano en "El barco" )










miércoles, 29 de mayo de 2019

DISCURSO DEL DICTADOR SILA SOBRE GOBERNACIÓN DEL IMPERIO ROMANO



Ahora Roma tiene diez provincias. Voy a nombrarlas, padres conscriptos. Hispania Ulterior, Hispania Citerior, Galia Transalpina, Galia Cisalpina, Macedonia y Grecia, Asia, Cilicia, Africa y Cirenaica, Sicilia, Cerdeña y Córcega. Diez provincias con diez gobernadores. Si ninguno permanece en la provincia más de un año, serán diez hombres para diez provincias a principio de cada año: los dos cónsules y los ocho pretores que dejan el cargo.

 

A cada uno de los gobernadores se le asignará un cuestor salvo al de Sicilia, que tendrá dos, uno para Siracusa y otro para Lilibeo. Así, de los veinte cuestores, quedan nueve para Italia y Roma. De sobra. Cada gobernador tendrá además un equipo de servidores públicos, desde lictores y heraldos hasta escribas, funcionarios y contables. Será deber del Senado (actuando a recomendación del Tesoro) asignar a cada gobernador una determinada suma que se denominará estipendio, y este estipendio no se aumentará bajo ningún concepto durante el año. Por consiguiente, constituye el sueldo del gobernador, y se le abonará por adelantado. Con él pagará a los servidores y los gastos del cargo, y deberá presentar a fin de año un estado de cuentas detallado, aunque no estará obligado a devolver lo que no haya gastado. Es suyo desde el momento en que se le entrega, y con él hace lo que le parece; si lo quiere invertir en Roma a su nombre antes de partir para la provincia, puede hacerlo. ¡Pero que sepa que no se le enviará ningún dinero más!. Tengo que hacer otra advertencia. Dado que el estipendio es propiedad suya desde el momento en que se le paga, se les puede retener legalmente si el futuro gobernador tiene deudas. Por lo tanto, aviso a todos los posibles gobernadores que su carrera puede verse comprometida si contraen deudas. ¡Un gobernador arruinado que vaya a hacerse cargo de una provincia se verá acusado de grave delito a su regreso!.

 

Voy a anular toda potestad de las asambleas en cuestiones de guerra, provincias y asuntos extranjeros. A partir de ahora, las asambleas no podrán tratar de guerras, provincias y asuntos extranjeros, ni siquiera en contio; serán asuntos de exclusiva potestad del Senado. A partir de ahora, las asambleas aprobarán leyes y celebrarán elecciones, pero nada más. No tendrán participación en juicios, asuntos extranjeros ni cuestiones militares.

 

Ya sé que desde la época de los hermanos Gracos las asambleas se habían utilizado cada vez más para obtener mando militar y la gobernación de provincias, y hasta para despojar de ese mando a los nombrados por el Senado. Le había sucedido al padre del Meneitos cuando Mario le había arrebatado el mando de la campaña de Africa, y lo he sufrido yo mismo cuando Mario me había arrebatado el mando de la guerra contra Mitrídates. Pero esto ya se ha terminado, y por lo que observo en vosotros, la nueva ley era bien recibida.

 

Los dos cónsules deben ser enviados a las dos provincias consideradas más turbulentas o en peligro. Las provincias consulares y las pretorianas se asignarán a suertes. Habrá que ajustarse a ciertas convenciones para mantener el buen nombre de Roma en el orbe. Si se hacen levas de naves o flotas en las provincias o en reinos clientes, el coste se deducirá del tributo anual. Y la misma ley se aplicará a las levas de tropas o abastecimientos militares.

 

Quizás algunos os preguntaréis que si un gobernador tiene que afrontar una guerra en su provincia, ¿tendrá que dejarla al cabo de un año?.

 

Mi respuesta es no. Puede incluso darse el caso de que el Senado se vea obligado a enviar a los cónsules del año a una guerra extranjera. Si Roma se ve acosada será difícil evitarlo. Sólo pido al Senado que considere muy detenidamente las soluciones antes de comprometer a los cónsules del año en una campaña extranjera o prorrogar el mandato de un gobernador.

 

Voy a plantear una situación hipotética. Pongamos que llega un año en que Roma se ve acosada por todos lados. Pongamos que los cónsules y todos los pretores disponibles del año han tenido que ir a luchar mientras desempeñaban el cargo, o supongamos que los cónsules del año no tienen suficiente experiencia militar para ser enviados a la guerra. Digamos que se da la posibilidad de que faltan gobernadores, porque un par de ellos han muerto a manos de los bárbaros o por otras causas. Y supongamos que en el Senado no hay hombres con experiencia o capacidad que quieran o puedan asumir el mando militar o el cargo de gobernador. Si he privado a las asambleas de la potestad de discutir el asunto y adoptar la decisión de lo que debe hacerse compete exclusivamente al Senado, ¿qué debe hacer éste?

 

Supongamos que Roma se ve acosada por todas partes. No hay magistrados curules. No hay consulares ni ex pretores. No hay senadores con suficiente experiencia o capacidad. Pero Roma necesita otro jefe militar o un gobernador. En ese caso el Senado debe buscar fuera de sus filas a ese hombre, ¿no os parece?. 


Lo que expongo es una situación insoluble con los medios habituales. En cuyo caso, la solución debe buscarse con medios extraordinarios. En otras palabras, el Senado tiene la obligación de buscar en Roma un hombre de capacidad y experiencia excepcionales para darle la autoridad legal necesaria para que asuma el mando militar o el cargo de gobernador.

 

¿Aunque sea un liberto, si se diera el caso?. Así es, aunque sea un liberto. Aunque yo más bien me inclinaría a pensar que sería elegido un caballero o un centurión. Yo conozco un centurión que en cierta ocasión estuvo al mando de una peligrosa retirada y le fue concedida la Corona de Hierba, y después obtuvo la toga bordada de púrpura de una magistratura curul. Se llamaba Marco Petreio. De no haber sido por él, se habrían perdido muchas vidas y aquel ejército no habría podido volver a entrar en combate. Accedió al Senado y murió honrosamente durante la guerra itálica. Su hijo forma parte de los nuevos senadores nombrados por mí.

 

Hasta ahora el Senado no tenía poder legal para dar imperium para mando militar o gobierno a quien no fuera senador!. Pero desde este momento con mis nuevas leyes el Senado tendrá ese poder y deberá dárselo. Denominaré a ese cargo de gobernador o de mando militar «encomienda especial», y otorgaré la autoridad debida al Senado para que otorgue el imperium que considere necesario. A cualquier ciudadano romano, aunque sea un liberto.


CÉSAR DICE SOBRE LA ORGANIZACIÓN



Nada hay como el presente y no dejar nada para el futuro. Para ganar tiempo es imprescindible hacer las cosas cuanto antes, y además lo más rápido posible.





martes, 28 de mayo de 2019

PLANES DE CLEOPATRA SÉPTIMA CON CESARIÓN Y ROMA, MANIPULANDO A MARCO ANTONIO



Un día, no mucho más allá de diez años, Cesarión debe ser rey de Roma, porque quien es rey de Roma es rey del mundo. Haré que él destruya los templos en el Capitolio y construya su palacio allí, con una sala dorada donde se sentará a emitir sus juicios. Los dioses bestias de Egipto se convertirán en los dioses de Roma. Júpiter Óptimo Máximo se postrará a sí mismo delante de Amón-Ra. He hecho mi deber con Egipto: tres hijos y una hija. El Nilo continuará inundando. Tendré tiempo para centrar mi atención en la conquista de Roma, y Antonio será mi socio en la empresa.






CÉSAR OPINA SOBRE LA MAGNITUD DEL EJÉRCITO



Diez legiones y dos mil jinetes son todos los hombres que cualquier comandante puede desplegar con  cierto éxito; si son más, las órdenes se confunden y las líneas de comunicación quedan en peligro por la distancia y el tiempo.







RURICIO POMPEYANO


Ruricio Pompeyano (en latín, Ruricius Pompeianus), fue un prefecto del pretorio y comandante del Ejército romano, que vivió entre los siglos III y IV. Sirvió al Imperio romano en el reinado de los emperadores Galerio (r. 293-311), Constantino el Grande (r. 306-337), Majencio (r. 306-312) y Licinio (r. 308-324). Luchó en la guerra civil de Constantino I y Majencio, comandando el ejército de este último emperador. Falleció en el verano de 312, durante la batalla de Verona.
 
Ruricio Pompeyano es mencionado en los Panegíricos Latinos, en dos relatos de la campaña de Constantino contra Majencio: En el primero se le llama «Pompeianus», mientras que en otra mención se le conoce como «Ruricius». Como es claramente la misma persona, el conflicto suele resolverse mediante la combinación de los nombres «Ruricius Pompeianus».
 
Durante la guerra civil de Constantino I y Majencio, trabada entre 311 y 312, Ruricio fue prefecto del pretorio y comandante de la caballería e infantería de Majencio en Italia.
 
En el verano de 312, Ruricio recibió noticias de la proximidad de Constantino, quien venía de Mediolanum (hoy Milán). Rápidamente envió un contingente de caballería pesada a las inmediaciones de Brixia (actual Brescia) con el fin de bloquear el paso al ejército invasor. Sin embargo, una arremetida de la caballería de Constantino desarticuló a las fuerzas contrarias, de esta manera el emperador obtuvo una rápida victoria en la batalla de Brescia. Las tropas restantes de Ruricio tuvieron que replegarse hacia Verona.
 
Constantino aprovechó la oportunidad para dirigirse hacia Verona, en donde Ruricio había agrupado a un numeroso ejército proveniente de Venetia. Las tropas constantinianas comenzaron a sitiar la ciudad. Pompeyano consiguió escapar antes del sitio, huyendo al este para conseguir refuerzos. Pronto regresó con un considerable ejército, colocando al emperador en la difícil situación de luchar en dos frentes. Constantino dejó una parte de sus tropas para contener a la guarnición de la ciudad, mientras que el resto atacó a los refuerzos. Pompeyano murió durante el combate y sus huestes se desintegraron. Los defensores de Verona se desmoralizaron, capitulando inmediatamente.